martes, 23 de diciembre de 2008

LA BANCA GANA

El otro día se celebró en toda España el sorteo de la lotería de Navidad. La gente nerviosa, con sus décimos en la mano, pensando en lo que se comprarían con el dinero del Gordo. Un coche nuevo, una casa más amplia, quitarme hipoteca (muchos optaron por esta última),...
¿Cuánto es el Gordo? Creo que tres millones de pavos (es que como no me tocó no lo sé exactamente), no sé, mucho, seguro. Pues la gente premiada contentísima, porque para ellos ya se había acabado la crisis, "¡uy qué gustazo, chica!". ¿Y en qué te lo vas a gastar, suertuda? Jaja, pues seguramenteme lo gaste en terminar de pagar la hipoteca. Vaya, conque "terminar de pagar la hipoteca", eh.
Has pasado un año de mierda, con una vida de mierda, con un sueldo de mierda a cambio de perder el tiempo en un trabajo de mierda. Se podría decir que tu vida, y la mía, y la de todos los que te (nos) rodean es una jodida mierda. Pero no una mierda simple, no, una mierda gigante, marrón y podrida, olorosa y repulsiva, líquida y maloliente. Eso es tu vida, o por lo menos hasta ayer lo fue. Porque ayer, por fin, dejó (o crees que dejó) de ser una mierda, porque te tocó el Gordo, y porque vas a darle el premio que te ha tocado al Banco que te tiene cogido por las pelotas. Te ha tocado un pastón, pero no es para tí; es para el Banco, porque tienes que "quitarte hipoteca". En verdad el pastón le ha tocado al Banco. De hecho, a él le toca todos los años, porque todos los años hay algún primo que gana el Gordo y se quita hipoteca, es decir, le da el dinero al Banco. Lo que varía de un año a otro es QUIÉN le da el dinero al Banco, es decir, QUIÉN le da el premio al verdadero ganador. Eso es lo verdaderamente interesante de este concurso llamado Lotería de Navidad, quién será el pardillo que le dé el premio al Banco. ¿Quién será el siguiente? Uy uy.uy ¡qué nervios!, no puedo esperar al año que viene, quiero saberlo ya!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

NACIONALISMO Y PODER

Según la definición que da la RAE, una nación es el “conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno”. A ojos de esta definición, por mucho que le pese a los Ibarretxes y los Roviras, España SÍ es una nación, pues todos los que habitamos en el Estado español estamos gobernados por el mismo Gobierno.
No obstante, tampoco podemos pasar por alto la tercera acepción que ofrece la RAE del concepto de nación, a saber, el “conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”. Según esta definición, por mucho que le pese a los Aznares y las Aguirres, España NO es una nación.
¿Con cuál nos quedamos, con la primera o con la tercera acepción? Personalmente, considero más legítima la tercera. La tercera acepción es, por así decirlo, más natural, apela menos a algo artificial construido por los Gobiernos y más a un orden natural inherente a una comunidad que se desarrolla en un espacio físico concreto. Entonces, efectivamente, soy más partidario de la idea que sostiene que España NO es una nación.

Pero de todas formas, vale, España no es una nación, yo no soy español nacionalmente hablando, ¿pero qué soy? ¿Soy castellano? ¿Soy madrileño? Es que, joder, precisamente por ser el concepto de nación algo tan subjetivo es difícil saber de qué nación es uno si no siente un fuerte amor a la zona en la que vive y ha crecido. Veo un montón de gente que tiene clarísimo que su nación es Cataluña, o que su nación es El País Vasco, o que su nación es España, pero no es mi caso, yo no lo tengo tan claro. Oficialmente, y según la primera acepción que da la RAE, mi nación es la española, de eso no hay ninguna duda, pero es que miro a España, a la España que conozco, y para nada se ajusta a la definición natural de “nación”, sino que más bien parece una “nación” que alberga varias naciones (éstas sí) a su vez. O al menos naciones para aquellos que la sienten como tal, porque sí que es cierto que dentro de esas supuestas naciones como Cataluña o El País Vasco vive gente que para nada se siente exclusivamente catalán o vasco, sino que se siente español. Está la cosa jodida cuando se juega con algo tan subjetivo como las naciones.


Yo lo que veo es que la nacionalidad de uno varía dependiendo de con qué se la compare. Por ejemplo, si comparamos a los americanos con los europeos, yo sin duda me sentiré europeo. Si comparamos a los españoles con los franceses, yo me sentiré español seguro. Si comparamos a los castellanos con los gallegos, seré castellano como el que más y mi nación será Castilla por siempre, y dentro de Castilla seré madrileño en oposición a un salmantino, y dentro de Madrid seré de mi barrio frente a otros, y así sucesivamente. Vemos pues que la nación de uno varía dependiendo de con qué se la compare, lo que podría llevarnos a pensar que en verdad lo que ocurre es que tenemos muchas nacionalidades, todos somos parte de distintas naciones dependiendo de con qué las comparemos, o lo que es lo mismo, no tenemos ninguna nación definida y éstas no existen como tales. Por lo tanto, creo que no tiene ningún sentido declararse nacionalista de ninguna nación, yo soy apátrida, no tengo una nacionalidad definida (siempre teniendo en cuenta el significado natural del término, o sea, la tercera acepción).
El declararse apátrida no tiene por qué estar necesariamente ligado a renegar de tu cultura y tus costumbres, tampoco soy partidario de eso. A uno le pueden encantar las fiestas de su pueblo y sus tradiciones, y no por ello venerar a su nación como si ésta fuese una especie de Dios. Al fin y al cabo, los nacionalismos son muy parecidos a las religiones, tienen un Dios (la propia nación), un símbolo (la bandera o escudo), unos cánticos religiosos (el himno),…

El problema de los nacionalismos también viene cuando uno de ellos pretende ponerse por encima del otro, como ocurre en el caso del nacionalismo español. La supuesta España es una cosa muy rara, porque sus defensores dicen que es una nación y sin embargo en ella se hablan diferentes lenguas, se tienen diferentes tradiciones y se pueden percibir diferentes pueblos. ¿Cómo puede ser eso? Es imposible, España no es una nación, sino un conjunto de naciones. Sin embargo, se pretende que Galicia, País Vasco y Cataluña sean lo más español de España, y cualquier atisbo de gallego, euskera o catalán es percibido desde España como un ataque al castellano, al español. Es como una pelea constante entre los españoles y los no españoles, lo que sin duda contribuye a fortalecer esas identidades nacionales no españolas. Quizá, si ningún nacionalismo se impusiese a otro, todos los nacionalismos podrían vivir en paz y armonía. Claro que, si esto ocurriese, ya no tendría ningún sentido hablar de “nacionalismos”.Es precisamente el hecho de que unos pueblos se impongan a otros lo que siembra la semilla de los nacionalismos. Es el poder lo que genera los nacionalismos, con todos sus símbolos, sus banderas, sus ritos, sus himnos y demás elementos religiosos que le vuelven a uno medio gilipollas. Hay que eliminar el poder, su monopolio, y podremos empezar a ocuparnos de cosas más importantes como el reconocimiento de nuestra bandera, porque ya no será necesario que nadie la reconozca.

domingo, 14 de diciembre de 2008

SOPLAN VIENTOS DE CAMBIO

Durante unos días, y por diversas razones, he tenido un poco abandonado el blog, aunque no así el mundo que me rodea y lo que acontece a mi alrededor.
Esta última semana han pasado cosas realmente interesantes. Si tuviese que destacar una, ésta sería obviamente el asesinato a manos de la policía griega de Alexandros Grigoropoulos, el pasado 6 de diciembre. Una vez más se demuestra quién es el asesino (el Estado) y quién es la víctima (el pueblo). Me dejó alucinado la respuesta del pueblo griego ante el ataque estatal, cómo respondió, con qué fuerza y unidad, dando un ejemplo importantísimo a todo el planeta Tierra. Hay que decir que la situación en Grecia ya estaba tensa, que las circunstancias sociales por las que atravesaba el país no eran precisamente de lo mejorcito, y que el asesinato del joven anarquista ha sido simplemente la gota que ha colmado el vaso. Los griegos han dicho "hasta aquí", y se han puesto manos a la obra. TODO el pueblo, niños y mayores, mujeres y hombres, todos han sabido identificar el problema y emprender las acciones para resolverlo.

Las muestras de solidaridad con el pueblo griego y en recuerdo de Alexandros por toda Europa no se hicieron esperar. La llama solidaria se extendió por todos los países, como si todos fuésemos Grigoropoulos, como si a todos nos hubiesen atacado, una muestra de solidaridad increíble. La que más ha llamado mi atención ha sido la respuesta que se ha dado en Madrid el día 10 de diciembre. A las 20:00 se convocó una concentración en la Puerta del Sol en recuerdo del joven anarquista, la cual acabó en una oleada de disturbios por todo el centro de Madrid que se saldó con 9 detenidos y varios heridos. Se destrozaron comisarías, bancos y centros comerciales, se atacó a la policía, a los perros del Estado. Aquella noche le tocaba mover al pueblo, y vaya que si movió.


Pero eso no es todo. Ocurrió que justo antes se celebró una concentración frente a la Consejería de Educación de la CAM en contra del recorte presupuestario para las Universidades públicas, a la que un servidor asistió. Terminada la manifestación, me disponía a ir a Sol a la concentración en recuerdo de Alexandros cuando mi móvil empezó a vibrar. "¿Sí?", contesté, "ya hemos ocupado el Rectorado, vente para acá". ¡Dios! Por fin, tras unos días de deliberaciones y preparaciones, el Rectorado de la Universidad Complutense de Madrid había sido ocupado en protesta por el Plan Bolonia. Exactamente en la misma noche en que los antifascistas madrileños devolvían el golpe a la policía por el compañero asesinado, exactamente en el mismo momento en que Grecia decía "hasta aquí", en un contexto de crisis sistemática del capitalismo que tiene a la población mundial confundida, en ese preciso momento el Rectorado de la Universidad más grande de todo el Estado español era ocupado por 150 estudiantes que protestaban contra el Plan Bolonia. Todo se juntó, empezaban a soplar vientos de cambio. Fuí para allá, celebramos la asamblea, y pasamos la primera noche en el Rectorado de la UCM. Al día siguiente vendrían los medios, y la noticia se difundiría. El movimiento anti-Bolonia estaba creciendo, se estaba haciendo imparable y estaba saliendo a la luz.


En fin, que la semana pasada fue una semana movidita, una semana a recordar. Hoy me he despertado con la noticia de que a siete de los nueve detenidos en los disturbios de Madrid les van a meter en prisión preventiva, y que en Grecia, en un barrio llamado Áyios Dimítrios, el Ayuntamiento ha sido ocupado por trescientas personas. Soplan vientos de cambio en la sociedad, o al menos eso quiero creer.

La foto que creo que mejor resume lo que está pasando, y que a la vez me ha impactado sobremanera, es la que acompaña a esta precisa entrada, la cual aparecía hoy en el portal de contrainformación lahaine.org. Antidisturbios ardiendo, ahí es nada. Lo dicho, vientos de cambio empiezan a soplar.



PD: Añado a la sección de DOCUMENTALES el documental de La Masacre de Pando, que muestra el fascismo opositor boliviano.

También, en la sección de OTROS BLOGS, he añadido el de Grecia Libertaria.

jueves, 4 de diciembre de 2008

TENEMOS QUE ESTAR TODOS

Cuando una persona pone todo su empeño y fuerza en realizar un trabajo, es porque el fruto de ese trabajo le va a proporcionar un bienestar superior al malestar que supone el tener que hacer dicho trabajo. Por ejemplo, si yo me mato a currar un verano no es por placer, sino porque quiero conseguir dinero con el que sobrevivir durante el curso y tener mis gastos, los cuales compensarán ese verano perdido sin ninguna duda. Lo que quiero decir es que si el trabajo es mío, los frutos obtenidos de ese trabajo quiero que estén disfrutados por mí y por nadie más, que no trabajo por gusto. Podría darse el caso, por ejemplo, de que yo gane un dinero y lo emplee en actividades de las que terceros podrían verse beneficiados (porque quiero que se beneficien). Un ejemplo sería si, habiendo sido yo el que ha trabajado, invito a mi hermano con ese dinero mío a comer a un restaurante, pero aún así habría que decir que si hago esto es porque, al fin y al cabo, me proporciona una cierta satisfacción el ver a mi hermano disfrutando de mi trabajo, porque es mi hermano, y le quiero. Es decir, la última razón por la que trabajo (y que sostiene a todas las demás razones) es porque me beneficia A MÍ, no trabajaría por nadie porque sí. Si yo siembro los frutos, yo recojo los frutos y yo me como los frutos, es simple.

¿Y todo esto a qué viene? Pues viene a que podríamos aplicar el mismo esquema al campo del desarrollo de las revoluciones. ¿Por qué alguien hace la revolución? Porque siente que su situación actual es desdichada y espera que tras haber hecho la revolución esa situación va a cambiar a mejor. ¿Y pueden hacer esa revolución unos pocos? Por poder claro que pueden. Por ejemplo, la lucha que se está llevando a cabo contra el Plan Bolonia en todo el Estado español. No todos los estudiantes están luchando, sino que muchos de ellos no van a las asambleas, no se encierran, no van a las manifestaciones o incluso ni siquiera les importa. Es decir, ante este panorama, si se logra paralizar Bolonia en España habrá sido gracias SÓLO a esos estudiantes que se están dejando la piel en la lucha contra ese infame plan, aunque luego TODOS los estudiantes se beneficien de los frutos obtenidos. Lo que quiero decir es que, por poder, las revoluciones sí pueden hacerse con unos pocos. Ahora bien, ¿hasta qué punto sería eso productivo y bueno? Porque si al hacer un trabajo, los frutos me los como yo y sólo yo (que he sido el que ha estado currando); al hacer la revolución, los beneficios los disfruto yo y sólo yo también (o al menos ese será el sentimiento que voy a tener). Es decir, tras haber hecho la revolución, si yo me he dejado los huevos en conseguir lo que he conseguido, no miraré con muy buenos ojos a aquél que, mientras yo luchaba, se tocaba las narices viendo cómo yo sí lo hacía, asumiendo los riesgos que ello conlleva. Pensaré que esa persona me debe algo, me sentiré con más autoridad que él (pues para algo yo he trabajado mientras él se tocaba los huevos, ¡no te jode!), y esto en el ámbito de las revoluciones que estamos hablando se traduce en algo muy sencillo: salen líderes. Si sólo unos pocos luchan, si sólo unos pocos se arriesgan para conseguir algo que va a beneficiar a todos, es lógico que estos únicos luchadores se sientan como los legítimos líderes y dueños de la nueva situación, ya que ellos y sólo ellos son los que la han creado, y también porque el no considerarse líderes implicaría el considerarse esclavos, pues habrían estado luchando PARA el pueblo, a su servicio. Es decir, se considerarían líderes porque, a su juicio, ellos no han luchado PARA el pueblo, sino que han luchado POR el pueblo.

Por eso una revolución anarquista no puede hacerse con unos pocos, porque saldrían líderes, y esto choca frontalmente con los intereses de la sociedad anarquista. Y por eso la revolución anarquista no puede ser ni PARA el pueblo ni POR el pueblo, sino que tiene que ser CON el pueblo, todos juntos. De ahí la importancia de la difusión de la idea. ¿Es difícil? Sí, pero nadie dijo que sería fácil.