Propongo la abolición de los partidos políticos. A la mierda el PSOE, a la mierda el PP, a la mierda IU, CiU, ERC, UPD, PNV y demás elementos inútiles en nuestra sociedad.
Si nos fijamos bien, los partidos políticos son algo antidemocrático, o por lo menos algo que estorba a la democracia real: la democracia directa, la de abajo a arriba. Vamos a pensar detenidamente qué son los partidos políticos. Los partidos políticos son organizaciones formadas por personas que suelen tener ideas políticas más o menos parecidas, y las cuales como grupo representan una ideología concreta, una forma característica de hacer política que las diferencia del resto de organizaciones políticas. Esos partidos políticos son el medio a través del cual los ciudadanos de a pie intervienen en política para administrar su Estado/comunidad. ¿Cuántos partidos políticos, más o menos, suele haber representados en los parlamentos? ¿Diez? ¿Doce? Vamos a decir doce. Doce partidos están representados en el Parlamento, o lo que es lo mismo: doce ideologías, doce formas distintas de hacer política, están representadas en el Parlamento. Doce. Ahora bien, ¿cuántos ciudadanos puede haber en un país? Vamos a decir unos cuarenta millones. Cuarenta millones de ciudadanos que sólo pueden elegir entre doce itinerarios para administrarse. ¡Sólo doce itinerarios! ¡Para cuarenta millones de personas! Podría ocurrir, por ejemplo, que una persona simpatizase con la política fiscal de un determinado partido y que, al mismo tiempo, apoyase las medidas de otro en cuanto a política ecologista se refiere. Sin embargo, no puede votar una parte de uno y otra parte de otro; tiene que elegir entre TODA la política de uno (con sus pros y sus contras) y TODA la política de otro (también con sus pros y sus contras). ¿No es incómodo? ¿Por qué sólo podemos elegir entre doce itinerarios para hacer política? Si solamente fuésemos doce ciudadanos o, aunque sea, doce tipos distintos de ciudadanos lo entendría; pero, señores, somos algo más de doce ciudadanos, y también existen muchos más tipos de ciudadanos distintos. El sistema de partidos es algo incómodo.
Por eso propongo la abolición de los partidos, los ciudadanos no deberían votar partidos políticos, sino algo mejor: ¡los ciudadanos deberían votar personas! Que la gente no vote al PP o al PSOE para que ocupen la asamblea, sino que voten a Fulanito de Tal, que es un ingeniero buenísimo que entiende un montón de economía y cuya presencia en la asamblea hará muy bien a la sociedad. A día de hoy, puede ocurrir que un hombre tan brillante como Fulanito de Tal esté metido en las listas del PP o del PSOE. Quizá, entre todas esas personas que vemos sentadas en el hemiciclo a día de hoy y que no son tan conocidas, hay hombres y mujeres brillantes, valiosísimos, que sin duda tienen mucho que aportar a la sociedad. ¿Cuál es el problema? Pues que ellos no están ahí como personas, sino como miembros de un grupo, como miembros de un partido político. Su destreza en economía o en ecologismo se ve sepultada bajo el peso del partido al que pertenece, es decir, es como si esa destreza no existiese, porque la destreza que realmente cuenta es la destreza del grupo, la destreza del partido.
Además, hemos llegado a un punto en nuestros días en el que la gente ya no apoya a un partido o a otro basándose en motivos racionales, sino que más bien se basan en motivos emocionales. Me explico: hoy, ya es hora de que empecemos a reconocerlo, la gente es del PP o del PSOE como quien es del Atleti o del Madrid. Si yo soy simpatizante del PSOE y antipepero como el que más, ya podrá Zapatero hacer una cagada monumental que no la sabré reconocer, y yo seguiré apoyando a mi Zapatero "manquepierda". Eso dicho así puede quedar muy gracioso, pero lo cierto es que denota una inmadurez política acojonante.
Hay más. La sola existencia de campañas electorales ya supone algo vergonzoso y antidemocrático. Por si el hecho de tener únicamente doce opciones donde elegir (bueno, también podemos votar a partidos como el de la Marihuana o el de Salvemos Telemadrid, pero...ejem) no fuese ya suficientemente antidemocrático, ¡se permite que las distintas organizaciones políticas puedan recurrir a empresas de publicidad y marketing privadas para que les financien sus campañas! ¡Toma ya! ¿Y qué ocurre con el resto de partidos (el resto de formas de hacer política) que no se pueden costear esas mega-campañas para promocionarse? Nuestra sacrosanta democracia tiene la respuesta para casos como este: se joden, sencillamente. Con eso lo que ocurre es que esas doce opciones, esos doce partidos a elegir (ya de por sí poquísimos) se ven reducidos (¡todavía más!). Y el resultado es el siguiente: nuestras calles y nuestros canales de televisión se llenan de propaganda electoral de únicamente dos partidos (y como mucho un tercero de presencia muy tímida), en detrimento del resto de partidos con el mismo derecho a estar presentes en los carteles y a llegar a los ciudadanos por los mismos medios. La campaña electoral, pues, supone otro elemento antidemocrático y debería abolirse junto con los partidos.
Los partidos políticos suponen además otro problema. Según se nos enseña desde pequeños y se nos repite hasta la saciedad, los partidos políticos representan a los ciudadanos en la toma de decisiones mediante la discusión de diversos temas con el resto de organizaciones políticas. Es decir, se supone que los partidos se reúnen para discutir cómo iría la sociedad a mejor, qué decisiones hay que tomar, y todo ello en beneficio de los ciudadanos, etc. A la vista de esto, lo que debería reinar entonces en la asamblea es un ambiente de compañerismo, de puesta en común de ideas, de dialéctica y retórica pura, de argumentaciones, de refutaciones, en fin, de discusión respetuosa, con gente escuchando las intervenciones de los demás y esas cosas. ¡Pero no vemos nada de esto!, antes bien vemos todo lo contrario: gritos, abucheos, insultos, llamadas de atención, “ustedes en el Gobierno hicieron esto”, “ustedes en el Gobierno hicieron esto otro”, enemistad, defensa de intereses particulares (de nuevo lo de defender al Atleti o al Madrid), ¡escaños vacíos!, algunos diputados hablando por el móvil,…en fin, un caos total que más que un Parlamento parece un aula de primaria. De hecho, si nuestro Parlamento fuese lo que dice ser (y no lo que realmente es), me atrevo a decir que la figura del Presidente sería prácticamente innecesaria. ¿Para qué lo querríamos? Los partidos se reúnen, los diputados discuten, argumentan, contemplan varias posibilidades y se elige la mejor de todas las propuestas. Punto. ¿Para qué un Presidente?
Como ya digo, los ciudadanos no deberían elegir partidos, deberían elegir ciudadanos, desde abajo hacia arriba. Primero se organizarían asambleas vecinales, de las cuales saldrían delegados para las asambleas barriales, después lo mismo para la asamblea del distrito, luego la municipal, después la provincial, a continuación la de la autonomía, y después la estatal. Pero se eligirían personas, con sus virtudes y sus defectos; no partidos ni organizaciones ni nada por el estilo. Ciudadanos. De abajo a arriba. Sin partidos políticos. Estos últimos deben ser abolidos.