lunes, 25 de febrero de 2008

31 OJOS TE VEN

¡Ay amigo ciudadano! ¿Creía usted que iba sólo, que pasaba desapercibido y nadie le tenía en cuenta? ¿Se sentía usted uno más entre la muchedumbre en cuya presencia nadie repara? ¡Se equivocaba! Desde hoy 31 cámaras le ven, le observan, controlan cada uno de los movimientos que usted hace. Pero no se preocupe, lo hacen por su seguridad, para que pueda vivir en "libertad". Esas cámaras le protegen, puede estar tranquilo a partir de ahora.
Sí, señores, hablo de la última maravilla en pro de la seguridad que se les ha ocurrido a nuestros amigos, los duendecillos del consistorio madrileño. No obstante, calmémonos, porque Pedro Calvo, el delegado de seguridad, ha dicho que se "preservará siempre la intimidad de los viandantes". ¡Caramba! ¿y hasta qué punto ésto puede ser cierto? Si voy por la calle y la cámara me enfoca, "alguien" me está viendo por cojones. Claro que, si mi actitud no es "sospechosa", no tengo nada de lo que preocuparme, pero ¿y si lo es? ¿Quién determina lo que es sospechoso y lo que no lo es? El caso es que nos van a vigilar, pero ya nos han garantizado que nuestra intimidad no será violada. Y claro, habiéndonos dicho ésto la gente ya puede dormir tranquila. A tí te dicen que comer un producto al que eres adicto es malo para tu salud y te alarmas, te pones nervioso, te lo piensas dos veces antes de comer dicho producto. Pero basta que salga algún cantamañanas en bata blanca y con aspecto de sabio que te diga "es mentira, el producto está en perfectas condiciones, puede usted comerlo tranquilo" para que acto seguido empieces a engullirlo sin la menor preocupación.
Siempre buscamos justificaciones para nuestros actos, para hacer lo que realmente queremos. Incluso a sabiendas de que estamos haciendo algo mal, buscamos por todas las maneras posibles "algo" que justifique nuestra conscientemente mala acción. Por ejemplo, le ponemos los cuernos a nuestra novia. Sabemos que está mal, no deberíamos haberlo hecho y nos sentimos en cierto modo culpables. Pero en seguida, como por arte de magia, aparecen en nuestro interior vocecillas que nos susurran algo así como "no has hecho hada malo, ¿quién te dice que en estos momentos no está ella haciendo lo mismo?", y ese sentimiento de culpabilidad se disuelve en el aire, y proseguimos con nuestra malvada acción cargada de alevosía.
Pues con lo de las cámaras (ojos que te ven) pasa algo parecido. Nos han dicho que nos van a vigilar, y sabemos que eso es malo, no nos gusta un pelo, pero ya ha salido el sabiondo de la bata blanca (en este caso don Pedro Clavo, delegado de seguridad) para decirnos que se "preservará siempre la intimidad de los viandantes", con lo que esa acción que no nos gusta un pelo y que sabemos mala, queda felizmente justificada, la gente se tranquiliza y todo sigue con normalidad. Las personas saben que están siendo vigiladas, que el ojo les ve, pero lejos de estar inquietos, están felices, viven tranquilos...¡se sienten libres!
¡Feliz 1984!

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