El otro día acudí con un compañero a un CSOA de Madrid, para pedir carteles informativos acerca de la concentración por la libertad de Amadeu Casellas de esta misma tarde (5 de sept.) y material para pegarlos, como por ejemplo cola y brochas. Mi amigo y yo no íbamos con pintas de punkis. No llevábamos cresta, ni mallas a rayas, ni rastas, ni símbolos del mercedes colgados de chupas de cuero. Tampoco llevábamos chupas de cuero. Se podría decir, en definitiva, que íbamos como personas normales, en el sentido más general del término: nuestras zapatillas, nuestros pantalones normales y nuestras camisetas normales también. Vamos, que no se nos podría definir como punkis, raperos, heavis ni nada de todas esas mierdas llamadas “tribus urbanas”, sino como “chavales normales y corrientes”. Pues bien, nos acercamos al llamado “Centro Social” para pedir material y consejo para pegar los carteles esperando, por lo menos, un mínimo de simpatía. No pido una alfombra roja en la entrada, ni focos alumbrándonos, ni una música de “tatatachán” al entrar, sólo pido una cosa: que no se nos trate como si fuésemos infiltrados del Gobierno, o policías, o periodistas al servicio de Mercedes Milá. Es decir, que no se desconfíe de nosotros. Porque es triste, pero así fue.
Según entramos en el CSOA, la chica que nos atendió nos miraba raro, de arriba abajo, como con incredulidad. Yo llegué a pensar que estaba medio drogada. Pero no, no era nada de eso (vamos, no creo), era sencillamente que sospechaba que fuésemos de la policía, y que queríamos husmear en su CSOA para atacar al movimiento libertario. De hecho, minutos mas tarde, confirmé nuestras sospechas cuando la chica, al acercarnos el material, nos dijo entre risitas: “es que hay un poquillo de desconfianza, ¿sabéis?” ¡Pero por Dios! ¡Que éramos dos chavales que no llegábamos a los veinte años! Y no es sólo que fuésemos dos chavales jóvenes, es que entramos a preguntar acerca de un tema que, debido a que no ha salido en los medios oficialistas, sólo una gente muy determinada conoce, a saber, las personas que se informan a través de medios alternativos, por lo que no es seguro que alguien cercano al Ministerio del Interior tenga la más remota idea acerca de quién es Amadeu Casellas. Pues si siendo dos chavales jóvenes, con pintas normales, y preguntando por algo tan concreto como es lo relacionado con Amadeu Casellas ya se desconfió notablemente de nosotros; no quiero ni pensar qué hubiera pasado si llegamos a ser dos treintañeros, que hemos salido de la oficina de currar, y vamos con nuestra camisa y nuestros zapatos a preguntar de qué va eso del Centro Social, qué actividades hacen, etc, es decir, pedir información general. ¡Nos hubieran echado a la calle a patadas como mínimo! Eso sí, luego dirían en su página web y en su carta de presentación que pretenden impulsar un “Centro Social”, “para el barrio”, donde hay buen ambiente y buen rollo y todo es super-mega-guay. Por otra parte, aunque realmente fuésemos del Gobierno o de la policía, no les estábamos sacando información realmente comprometida acerca de cuántos bancos han apedreado, o cuántas veces han estado detenidos, o si tienen vínculos con la ETA. ¡Joder, simplemente estábamos diciendo si nos dejaban un poco de cola para pegar NOSOTROS los carteles! O sea, que ni siquiera les estábamos diciendo que se viniesen a pegar carteles con nosotros, no, nada de eso, los carteles los íbamos a pegar nosotros, a ellos no les comprometía en nada. Pues nada, oye, desconfianza total.
Vamos a ver, y esto puede doler a alguien, los anarquistas no somos los únicos que luchan contra el sistema. El Poder no sólo teme a los anarquistas. Hay infinidad de grupos que son, por decirlo de algún modo, incómodos para el Poder, desde anarquistas hasta presidentes comunistas pasando por sindicatos y medios de comunicación. Lo que quiero decir es que los anarquistas no somos el centro de atención principal del poder, los poderosos no se acuestan, exclusivamente, pensando en cómo destrozar a los anarquistas de por vida, por lo que me parece cuando menos exagerado desconfiar de cualquier persona que se acerque a tu CSOA a pedir información sobre las actividades que en él se hacen. Pues eso fue exactamente lo que pasó, desconfiaron de nosotros por la sencilla razón de que no nos conocían. ¿Qué requisitos debo cumplir entonces para poder participar en ese Centro Social que, en teoría, es un “espacio liberado” para el barrio donde poder desarrollar ideas y proyectos y bla, bla, bla,…? ¿Debo enseñarte algún tipo de carnet que me acredite como “anarquista de confianza”? ¿Debo ser amigo del amigo de uno de los que lo okupó personalmente?
Entiendo perfectamente que se tenga un cierto grado de desconfianza viéndose las cosas que se ven: numerosas infiltraciones en grupos de afinidad anarquista y en centros sociales, reportajes periodísticos altamente manipulados que para nada reflejan la realidad y ofrecen una visión que desprestigia el movimiento, montajes policiales,… Pero señores, es que eso es algo con lo que tenemos que contar. Los poderosos serán todo lo malvados que sean, pero desde luego lo que no son es gilipollas, y si tienen una oportunidad, por mínima que sea, de infiltrarse o de desprestigiar el movimiento, no dudemos que la utilizarán. ¡Pero es que estamos luchando contra el sistema! ¿Qué esperábamos? ¿Que se iban a quedar de brazos cruzados? Pues claro que no, claro que atacarán allí donde puedan, pero no por ello vamos a pensar que TODO aquél que no vista de punki es un infiltrado que está al servicio del poder, porque entonces desde luego que no se avanza.
En fin, la okupación me parece una herramienta muy útil para impulsar el movimiento libertario en la gente de a pie. Pero me parece únicamente eso: UNA HERRAMIENTA, nada más. Si la okupación consiste en que un grupo de amigos okupa un espacio abandonado y lo usan para su uso y disfrute, bebiendo cerveza, fumando drogas, o jugando al ping-pong, pues chico, qué quieres que te diga, respeto que tengas unas opciones de ocio determinadas, pero no me pidas que apoye eso como un proyecto revolucionario. Y desde luego no trates de vendérmelo como un Centro Social para el barrio, donde todas las ideas son bienvenidas y tal y pascual. Porque no es nada de eso, más bien es un sitio que tú y tus colegas habéis apañado para tener un lugar donde pasar el rato, del mismo modo que otros chavales juegan al fútbol o a las chapas.
Es muy triste que por el simple hecho de no conocer a aquél que se acerque a tu CSOA, o simplemente por ver que no va vestido de punki, se desconfíe automáticamente de él. ¿Qué queremos? ¿Desarrollar el anarquismo dentro de los anarquistas? ¡Yo no quiero explicarle el anarquismo a los anarquistas; los anarquistas se conocen el anarquismo de pe a pa! Lo suyo sería acercar el anarquismo a los no-anarquistas, así sí que se desarrollaría el anarquismo. Pero joder, si cada persona no “acreditada” como anarquista puro va a recibir el trato de desconfianza que mi compañero y yo recibimos el otro día, podemos mandar la okupación y el anarquismo a tomar por el culo. Y, por supuesto, a los CSOA (Centro Social Okupado Autogestionado) les deberíamos cambiar el nombre. Yo propongo este: CAOA (Centro Antisocial Okupado Autogestionado).
Este artículo ha sido también publicado en alasbarricadas.org.
Después de leer esto creo que se demuestra que la hipocresía existe en cualquier ámbito... Una lástima.
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