Las masas no son pues realmente religiosas, sino que se imaginan serlo y el ateísmo formulado de modo explícito asusta su imaginación. Otro tanto sucede con las ideas políticas y socialistas reaccionarias que dominan todavía en la imaginación popular. El proletariado por instinto aborrece la autoridad del Estado, la detesta en todas sus manifestaciones posibles, pero de atacar ustedes la Iglesia y el Estado, el proletariado no les comprenderá, e incluso a menudo, se sublevará contra ustedes, por rutina, se aferra a ideas que son contrarias a sus propios instintos. El pueblo está acostumbrado a la Autoridad ya sea de la Iglesia, ya sea del Estado, autoridad de que siempre es la víctima, pero que aprecia, como en muchos matrimonios la mujer con los golpes que le propina su esposo. Es un hábito de esclavo, e infelizmente, las masas conservan todavía no pocos vestigios de esa detestable habitud. Para que se cure, sólo hay un medio: es la revolución social, el verdadero desahogo de las masas. Únicamente entonces comprenderán las masas todas las ideas cuyos gérmenes están incubando en sus instintos, y es entonces cuando abrazarán con pasión, como fiel expresión de sus propias aspiraciones, todo el programa de la Alianza.
La carta completa puede leerse aquí.
No creo que nunca se haya producido una liberación de masas realmente, si hubiese ocurrido otro gallo cantaría en la situación de muchos países.
ResponderEliminarQue grande el viejo ruso.
ResponderEliminarMuy acertada la frase que subrayas, es el sindrome de Estocolmo siempre presente, tanto en los trabajos respecto de los directivos y empresarios, como en un ámbito más amplio respecto de los gobiernos y demás dueños de nuestros destinos.