Esta mañana se ha celebrado una concentración frente al Ministerio de Asuntos Exteriores en solidaridad con Palestina y para denunciar la brutal agresión genocida que el pasado 27 de diciembre el ejército israelí desencadenó contra la franja de Gaza, la cual se ha convertido en una macro-cárcel para un millón y medio de Palestinos bloqueados por el Gobierno de Israel.
Al principio había poca gente, aunque llamaba la atención la fuerza con la que se proferían cánticos y gritos como “Estado sionista, Estado terrorista” o “Viva la lucha del pueblo palestino”. Pero poco a poco más y más gente se empezó a agolpar, tanto que incluso se llegó a sobrepasar el cordón policial que impedía que los manifestantes tomásemos la calzada y nos acercásemos más al Ministerio, lo que ha llevado a la detención de, por lo menos, una persona.
Se notaba que aquello por lo que nos estábamos manifestando era una causa palestina. Las banderas y las kufiyyas palestinas eran numerosísimas, así como los manifestantes, esos que vulgarmente conocemos como “moritos”, con sus niños, abuelos, padres y madres.
Es curioso, uno tenía la sensación de estar en la mismísima Gaza, no por la situación de bombardeos israelíes evidentemente, sino por la cantidad de hombres y mujeres árabes que gritaban y lloraban por lo que se está haciendo con su pueblo. Niños con kufiyyas rojas en torno a su cabeza, sosteniendo bien alto su zapato en la mano como muestra de desprecio, niñas con pañuelos en torno al pelo, hombres y mujeres profiriendo cánticos y gritos en árabe. Sus miradas de ira y dolor, sus peinados, sus rasgos faciales, sus barbas, sus pancartas en tipografía árabe. Si te las apañabas para tomar un buen plano bien hubiese parecido que estábamos en las calles de Palestina.
Justo delante de mí había un padre (árabe) con sus dos hijos pequeños (también árabes los dos), que tendrían, qué sé yo, ocho y seis años respectivamente. Les veía ahí, sufriendo y llorando por lo que estaban haciendo con sus hermanos en Gaza. El padre se los subía a hombros, mientras gritaban consignas en árabe y en español. Me ponía en su lugar y se me ponían los pelos de punta. En ellos nos veía a mi hermano y a mí, con mi padre, ¿qué hubiésemos hecho nosotros en su lugar?, ¿cómo de jodidos estaríamos? Era un padre completamente diferente al mío, hablaba otro idioma, tenía otros rasgos, otra religión y otra cultura. Y los dos niños también eran completamente diferentes a mi hermano y a mí. Pero el conjunto que formaban ellos tres era exactamente igual al conjunto que podríamos formar mi hermano y yo con mi padre ante una situación semejante, es decir, el conjunto de un padre con sus hijos, que están unidos y que lo están pasando mal. Ahí estaban los tres, unidos, gritando en árabe consignas que yo no entendía pero que sin duda reflejaban rabia y rebeldía (más tarde me enteraría de que algunas de esas consignas decían “Cero a la Liga Árabe” y “Con Gaza, en el corazón y el alma”).
Y es que esa es otra de las cosas que me han llamado la atención en esta manifestación repleta de “moritos”: las consignas gritadas en árabe. Al contrario que las consignas en castellano completamente monótonas y cansinas, las consignas de los árabes tenían un ritmo peculiar, eran casi bailables y todo. Y no sólo es que tuviesen ritmo, sino que las gritaban con una potencia increíble, y continuamente, sin cansarse, una y otra vez. Gritaban como si fuesen sus hermanos e hijos los que estuviesen muriendo en Gaza. Gritaban como si, al fin y al cabo, llevasen sesenta años ocupados por un ejército militar asesino.
Al principio había poca gente, aunque llamaba la atención la fuerza con la que se proferían cánticos y gritos como “Estado sionista, Estado terrorista” o “Viva la lucha del pueblo palestino”. Pero poco a poco más y más gente se empezó a agolpar, tanto que incluso se llegó a sobrepasar el cordón policial que impedía que los manifestantes tomásemos la calzada y nos acercásemos más al Ministerio, lo que ha llevado a la detención de, por lo menos, una persona.
Se notaba que aquello por lo que nos estábamos manifestando era una causa palestina. Las banderas y las kufiyyas palestinas eran numerosísimas, así como los manifestantes, esos que vulgarmente conocemos como “moritos”, con sus niños, abuelos, padres y madres.
Es curioso, uno tenía la sensación de estar en la mismísima Gaza, no por la situación de bombardeos israelíes evidentemente, sino por la cantidad de hombres y mujeres árabes que gritaban y lloraban por lo que se está haciendo con su pueblo. Niños con kufiyyas rojas en torno a su cabeza, sosteniendo bien alto su zapato en la mano como muestra de desprecio, niñas con pañuelos en torno al pelo, hombres y mujeres profiriendo cánticos y gritos en árabe. Sus miradas de ira y dolor, sus peinados, sus rasgos faciales, sus barbas, sus pancartas en tipografía árabe. Si te las apañabas para tomar un buen plano bien hubiese parecido que estábamos en las calles de Palestina.
Justo delante de mí había un padre (árabe) con sus dos hijos pequeños (también árabes los dos), que tendrían, qué sé yo, ocho y seis años respectivamente. Les veía ahí, sufriendo y llorando por lo que estaban haciendo con sus hermanos en Gaza. El padre se los subía a hombros, mientras gritaban consignas en árabe y en español. Me ponía en su lugar y se me ponían los pelos de punta. En ellos nos veía a mi hermano y a mí, con mi padre, ¿qué hubiésemos hecho nosotros en su lugar?, ¿cómo de jodidos estaríamos? Era un padre completamente diferente al mío, hablaba otro idioma, tenía otros rasgos, otra religión y otra cultura. Y los dos niños también eran completamente diferentes a mi hermano y a mí. Pero el conjunto que formaban ellos tres era exactamente igual al conjunto que podríamos formar mi hermano y yo con mi padre ante una situación semejante, es decir, el conjunto de un padre con sus hijos, que están unidos y que lo están pasando mal. Ahí estaban los tres, unidos, gritando en árabe consignas que yo no entendía pero que sin duda reflejaban rabia y rebeldía (más tarde me enteraría de que algunas de esas consignas decían “Cero a la Liga Árabe” y “Con Gaza, en el corazón y el alma”).
Y es que esa es otra de las cosas que me han llamado la atención en esta manifestación repleta de “moritos”: las consignas gritadas en árabe. Al contrario que las consignas en castellano completamente monótonas y cansinas, las consignas de los árabes tenían un ritmo peculiar, eran casi bailables y todo. Y no sólo es que tuviesen ritmo, sino que las gritaban con una potencia increíble, y continuamente, sin cansarse, una y otra vez. Gritaban como si fuesen sus hermanos e hijos los que estuviesen muriendo en Gaza. Gritaban como si, al fin y al cabo, llevasen sesenta años ocupados por un ejército militar asesino.
¡¡VIVA LA LUCHA DEL PUEBLO PALESTINO!!
¡¡BASTA DE GENOCIDIO EN GAZA!!
PD: Añado a la sección de OTROS BLOGS, el blog de Pedro Honrubia, en el que he leído alguna que otra cosa interesante.
VÍDEO DE LA MANIFESTACIÓN
¡¡ESTOY CONTIGO AMIGO!! ¡¡CONDENO LA MASACRE TERRORISTA DE ISRAEL CONTRA EL PUEBLO PALESTINO!! Ese terrorismo no es condenable por el eje sionista EEUU-UE-ONU.Se les llena la boca de así no se consigue la paz (Zapatero),pero yo no veo que CONDENEN el exterminio del pueblo palestino.
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