Todos nuestros actos tienen su causa, y estas causas son también actos, actos que cometemos. Podemos decir, por lo tanto, que todo lo que hacemos es la causa de algo que haremos en el futuro. Cada cosa que hagamos, cada decisión que tomemos, hasta la más insignificante, va a ser determinante para nosotros y para nuestro futuro.
Por ejemplo, imaginemos un hombre que está casado con su mujer y viven los dos felices y contentos. Él vive con su mujer, la mujer a la que quiere, a la que conoció en la facultad de Medicina, porque coincidieron en clase. Fíjate qué cosas, si él no hubiese escogido la carrera de Medicina, nunca habría ido a la clase en la que conoció a la mujer de su vida y, por lo tanto, nunca hubiese conocido a la mujer de su vida. A lo mejor hubiese conocido a otra, pero no a la que ahora es la mujer de su vida. Voy más allá, ¿por qué escogió la carrera de Medicina? La escogió porque un día, estando en los pasillos del instituto, vio cómo un bedel colgaba en un tablón las distintas titulaciones que se impartían, así como la nota que pedían para ellas. Le picó la curiosidad, y se acercó a mirar. Vio un montón de carreras, pero cuando llegó a “Medicina” y vio la nota que pedían, algo le llevó a interesarse por el tema y a pensar en hacer esa carrera. Pensó que se le daría bien, pues hasta ahora había sacado muy buenas notas en Biología, que era la asignatura que más le gustaba. Así pues, acabó por convencerse a sí mismo, iba a estudiar Medicina. Pero sigamos preguntándonos, ¿por qué fue a mirar el cartel que el bedel colgó en el tablón? A esa hora debería estar en clase, pero no, estaba en el pasillo, ¿por qué? Pues porque la profesora le mandó a por tizas, que se habían acabado, y para ir a secretaría (que es donde tienen guardadas las tizas) hay que pasar por ese pasillo. Por eso pudo ver al bedel colgar el cartel y acercarse a mirarlo un segundo. Sigamos, ¿por qué la profesora le mandó a él y no a otro ir a por tizas? Porque justo en esa clase se sentó en primera fila, de forma que cuando la profesora buscó alguien que pudiese bajar a por tizas, la primera mirada con la que se topó fue la suya, y él fue el elegido para ir a por tizas por el pasillo en el que se cruzaría con el bedel. ¿Y por qué se sentó en primera fila, si a lo largo del curso su sitio había sido siempre al final de la clase? Porque justo ese día se le olvidaron las gafas, por lo que no veía demasiado bien la pizarra y decidió acercarse para ver mejor. ¡Se olvidó de sus gafas!, y esa fue la razón por la que se sentó delante, lo que hizo que la profesora le mandase a él y no a otro a por tizas. El hecho de tener que ir a por tizas hizo que se cruzase en su camino con un bedel que estaba colgando un papel en un tablón, y al ver esto se acercó a mirar. De entre todas las titulaciones que leía sólo una le llamó la atención. Quizá porque estaba escrita en una tipografía aparentemente más grande, quizá porque estaba ligeramente más marcada en negrita que el resto, no sé por qué, pero da igual la razón por la que se fijó en Medicina y no en otra, el caso es que se fijó en Medicina, y punto. Decidió cursar los estudios de Medicina, y fue en la facultad donde conoció a la mujer de sus sueños, con la que vive actualmente como el hombre más feliz del mundo. Es ahora cuando llega el momento de preguntarse, ¿y si no se hubiese olvidado las gafas en casa? El hecho de haberse olvidado las gafas ese día hizo que pudiese conocer a la mujer de sus sueños en el futuro.
Más de una vez me he rayado pensando en las cosas por las que he pasado, y pensando en las razones últimas que las desencadenaron. Es interesante, porque llegas a la conclusión de que cualquier cosa que hagas te va a determinar el futuro, por lo que aprendes a vivir cada momento con intensidad. Pero no sólo piensas eso, sino que también piensas en la de cosas que te habrás perdido porque no has estado en el momento y el lugar adecuado, es decir, en la de cosas que te habrás perdido por haberte traído las gafas a clase ese preciso día. Pasa con uno mismo, pero también puede aplicarse esto al resto. Por ejemplo, dicen que la madre de Adolf Hitler ¡pensó en abortar! Dios mío, ¿qué hubiese pasado si la buena señora se hubiera mantenido en sus trece y hubiera abortado al señor Hitler? Quizá nunca hubiera existido el holocausto, ni el nazismo, y quizá las actitudes fascistas serían ya cosa del pasado. Pero no, la madre de Adolf tuvo que dar a luz, vaya por Dios. Rayándome por todo esto pensé “qué bonito, cada momento es importante y tal y cual, qué interesante”, fue entonces cuando desperté y me di cuenta de que todas esas cosas que pensé y de las que he hablado en esta entrada son una tontería. Porque vale, la madre de Hitler quiso abortar, y pudo haberlo hecho, ¿pero quién nos asegura que, en caso de haber abortado, no hubiese nacido otro Hitler en cualquier otra parte de Viena? ¿Quién nos dice, de hecho, que este Hitler (el nuestro, el que conocemos todos por los libros de Historia) no es sino “otro Hitler” que salió después del primero, y que el primero no ha pasado a la historia precisamente porque fue abortado? Fue entonces cuando comprendí que todo eso que pensé, todo esto que he escrito en la entrada, era una gilipollez. Porque sí, vale, las cosas que me pasen o por las que pase ocurren por algo, y ese “algo” ocurre a su vez por “otro algo”, y ese “otro algo” por otro, y así sucesivamente. Pero quizá, de no haber hecho todos esos “algos”, hubiera llegado hasta donde estoy ahora por cualquier otro camino. Es decir, aunque a simple vista y según lo expuesto pueda parecer que nuestro protagonista conoció a la mujer de sus sueños porque un día en el instituto se olvidó las gafas en casa, eso no quiere decir que no la pueda conocer por otros caminos, por otros itinerarios, diferentes al del bedel y demás. Pero aceptar esto, aceptar que lo que ha pasado podría haber pasado igual por otras razones, es aceptar que las cosas están escritas, y que nada pasa por casualidad, sino que todo lo que nos ocurre nos ocurre porque nos tiene que ocurrir. Estamos destinados a ello.
Por ejemplo, imaginemos un hombre que está casado con su mujer y viven los dos felices y contentos. Él vive con su mujer, la mujer a la que quiere, a la que conoció en la facultad de Medicina, porque coincidieron en clase. Fíjate qué cosas, si él no hubiese escogido la carrera de Medicina, nunca habría ido a la clase en la que conoció a la mujer de su vida y, por lo tanto, nunca hubiese conocido a la mujer de su vida. A lo mejor hubiese conocido a otra, pero no a la que ahora es la mujer de su vida. Voy más allá, ¿por qué escogió la carrera de Medicina? La escogió porque un día, estando en los pasillos del instituto, vio cómo un bedel colgaba en un tablón las distintas titulaciones que se impartían, así como la nota que pedían para ellas. Le picó la curiosidad, y se acercó a mirar. Vio un montón de carreras, pero cuando llegó a “Medicina” y vio la nota que pedían, algo le llevó a interesarse por el tema y a pensar en hacer esa carrera. Pensó que se le daría bien, pues hasta ahora había sacado muy buenas notas en Biología, que era la asignatura que más le gustaba. Así pues, acabó por convencerse a sí mismo, iba a estudiar Medicina. Pero sigamos preguntándonos, ¿por qué fue a mirar el cartel que el bedel colgó en el tablón? A esa hora debería estar en clase, pero no, estaba en el pasillo, ¿por qué? Pues porque la profesora le mandó a por tizas, que se habían acabado, y para ir a secretaría (que es donde tienen guardadas las tizas) hay que pasar por ese pasillo. Por eso pudo ver al bedel colgar el cartel y acercarse a mirarlo un segundo. Sigamos, ¿por qué la profesora le mandó a él y no a otro ir a por tizas? Porque justo en esa clase se sentó en primera fila, de forma que cuando la profesora buscó alguien que pudiese bajar a por tizas, la primera mirada con la que se topó fue la suya, y él fue el elegido para ir a por tizas por el pasillo en el que se cruzaría con el bedel. ¿Y por qué se sentó en primera fila, si a lo largo del curso su sitio había sido siempre al final de la clase? Porque justo ese día se le olvidaron las gafas, por lo que no veía demasiado bien la pizarra y decidió acercarse para ver mejor. ¡Se olvidó de sus gafas!, y esa fue la razón por la que se sentó delante, lo que hizo que la profesora le mandase a él y no a otro a por tizas. El hecho de tener que ir a por tizas hizo que se cruzase en su camino con un bedel que estaba colgando un papel en un tablón, y al ver esto se acercó a mirar. De entre todas las titulaciones que leía sólo una le llamó la atención. Quizá porque estaba escrita en una tipografía aparentemente más grande, quizá porque estaba ligeramente más marcada en negrita que el resto, no sé por qué, pero da igual la razón por la que se fijó en Medicina y no en otra, el caso es que se fijó en Medicina, y punto. Decidió cursar los estudios de Medicina, y fue en la facultad donde conoció a la mujer de sus sueños, con la que vive actualmente como el hombre más feliz del mundo. Es ahora cuando llega el momento de preguntarse, ¿y si no se hubiese olvidado las gafas en casa? El hecho de haberse olvidado las gafas ese día hizo que pudiese conocer a la mujer de sus sueños en el futuro.
Más de una vez me he rayado pensando en las cosas por las que he pasado, y pensando en las razones últimas que las desencadenaron. Es interesante, porque llegas a la conclusión de que cualquier cosa que hagas te va a determinar el futuro, por lo que aprendes a vivir cada momento con intensidad. Pero no sólo piensas eso, sino que también piensas en la de cosas que te habrás perdido porque no has estado en el momento y el lugar adecuado, es decir, en la de cosas que te habrás perdido por haberte traído las gafas a clase ese preciso día. Pasa con uno mismo, pero también puede aplicarse esto al resto. Por ejemplo, dicen que la madre de Adolf Hitler ¡pensó en abortar! Dios mío, ¿qué hubiese pasado si la buena señora se hubiera mantenido en sus trece y hubiera abortado al señor Hitler? Quizá nunca hubiera existido el holocausto, ni el nazismo, y quizá las actitudes fascistas serían ya cosa del pasado. Pero no, la madre de Adolf tuvo que dar a luz, vaya por Dios. Rayándome por todo esto pensé “qué bonito, cada momento es importante y tal y cual, qué interesante”, fue entonces cuando desperté y me di cuenta de que todas esas cosas que pensé y de las que he hablado en esta entrada son una tontería. Porque vale, la madre de Hitler quiso abortar, y pudo haberlo hecho, ¿pero quién nos asegura que, en caso de haber abortado, no hubiese nacido otro Hitler en cualquier otra parte de Viena? ¿Quién nos dice, de hecho, que este Hitler (el nuestro, el que conocemos todos por los libros de Historia) no es sino “otro Hitler” que salió después del primero, y que el primero no ha pasado a la historia precisamente porque fue abortado? Fue entonces cuando comprendí que todo eso que pensé, todo esto que he escrito en la entrada, era una gilipollez. Porque sí, vale, las cosas que me pasen o por las que pase ocurren por algo, y ese “algo” ocurre a su vez por “otro algo”, y ese “otro algo” por otro, y así sucesivamente. Pero quizá, de no haber hecho todos esos “algos”, hubiera llegado hasta donde estoy ahora por cualquier otro camino. Es decir, aunque a simple vista y según lo expuesto pueda parecer que nuestro protagonista conoció a la mujer de sus sueños porque un día en el instituto se olvidó las gafas en casa, eso no quiere decir que no la pueda conocer por otros caminos, por otros itinerarios, diferentes al del bedel y demás. Pero aceptar esto, aceptar que lo que ha pasado podría haber pasado igual por otras razones, es aceptar que las cosas están escritas, y que nada pasa por casualidad, sino que todo lo que nos ocurre nos ocurre porque nos tiene que ocurrir. Estamos destinados a ello.
PD: Añado a la sección de DOCUMENTOS INTERESANTES el panfleto de Dejar de Pensar, de los filósofos Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico, en el que hacen críticas del sistema capitalista a modo de "inocentes" preguntas.
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