Dejo aquí un trabajo que he terminado hace poco acerca del capitalismo. No pretende ser una especie de nueva "biblia" para entender el capitalismo, pues muchas de las críticas que en este trabajo se presentan son archiconocidas, pero sí pretende dar a conocer el orden social capitalista de un modo general. El destinatario en el que he pensado a la hora de escribir estas líneas es ese chaval de 12-13 años (lo que no quiere decir que si eres mayor debas dejar de leer, más bien al contrario: sigue leyendo) que ha oído hablar del capitalismo, pero que no sabe por qué es criticado por tanta gente. Del mismo modo, me ha servido a mí mismo para entender un poco mejor el actual sistema capitalista, y espero que sea de agrado para todo aquel que se digne a leerlo.
Al igual que hice con Influencia de los medios en la Opinión Pública, he dividido el trabajo en tres partes para hacer más fácil su lectura, pero también puede leerse de un tirón en la sección TRABAJOS de este mismo blog, donde podréis encontrar otros trabajos como La hipnosis, El periodismo de investigación o Privatizar la guerra (este último junto con Jordi Roca Agut, administrador del blog La última butaca).
Por lo demás, aquí tenéis. Espero que os guste.
LA DICTADURA DEL CAPITALISMO
EL CAPITALISMO. EN QUÉ ESTÁ BASADO.
El capitalismo es un sistema basado en el libre comercio, en la libre circulación de mercancías. La existencia de este libre comercio implica unas relaciones de compra-venta: yo tengo algo que vendo, y con el dinero que obtengo al venderlo puedo comprar más cosas, las cuales luego podré volver a vender a un precio más elevado que aquél por el que las compré, obteniendo así un beneficio. El capitalismo también está basado, pues, en la obtención del beneficio privado: las cosas no se hacen “porque sí”, sino que se hacen buscando una recompensa propia, una satisfacción personal. En unas relaciones de compra-venta que sostienen el sistema capitalista la forma de obtener beneficio es comprar barato y vender caro. Por ejemplo, yo tengo 100 € y compro un objeto que cuesta 10 €. Me quedaré entonces con 90 € y con un objeto de 10 € de valor. Imaginemos que yo ahora vendo ese mismo objeto. Pero no a 10 €, porque entonces me quedaría como al principio y no obtendría beneficio, sino a 60 €. El resultado final sería que yo tendría 150 €, es decir, 50 € más que al principio. Habría obtenido pues, un beneficio de 50 €. Esto es más o menos en lo que está basado el capitalismo, a esto nos referimos cuando hablamos de beneficio: a comprar barato y vender caro.
El capitalismo es un sistema basado en el libre comercio, en la libre circulación de mercancías. La existencia de este libre comercio implica unas relaciones de compra-venta: yo tengo algo que vendo, y con el dinero que obtengo al venderlo puedo comprar más cosas, las cuales luego podré volver a vender a un precio más elevado que aquél por el que las compré, obteniendo así un beneficio. El capitalismo también está basado, pues, en la obtención del beneficio privado: las cosas no se hacen “porque sí”, sino que se hacen buscando una recompensa propia, una satisfacción personal. En unas relaciones de compra-venta que sostienen el sistema capitalista la forma de obtener beneficio es comprar barato y vender caro. Por ejemplo, yo tengo 100 € y compro un objeto que cuesta 10 €. Me quedaré entonces con 90 € y con un objeto de 10 € de valor. Imaginemos que yo ahora vendo ese mismo objeto. Pero no a 10 €, porque entonces me quedaría como al principio y no obtendría beneficio, sino a 60 €. El resultado final sería que yo tendría 150 €, es decir, 50 € más que al principio. Habría obtenido pues, un beneficio de 50 €. Esto es más o menos en lo que está basado el capitalismo, a esto nos referimos cuando hablamos de beneficio: a comprar barato y vender caro.
MEDIOS DE PRODUCCIÓN EN MANOS PRIVADAS.
En el capitalismo los medios de producción (esto es la maquinaria que hace posible la obtención de bienes que demanda la sociedad para satisfacer sus necesidades) están en manos privadas, pertenecen a unos pocos: a la clase privilegiada, a la burguesía. La burguesía es quien tiene esos medios que producen los bienes que demanda la sociedad. No obstante, esos medios no producen bienes por sí solos, necesitan “algo” que los haga funcionar. Ese “algo” es la mano de obra, y es aportada por lo que llamaremos clase asalariada, que la constituyen las personas que no tienen los medios de producción, y venden su fuerza de trabajo para hacerlos funcionar.
A simple vista, podría decirse que la actividad de la burguesía es una actividad altruista, pues, teniendo los medios de producción, produce los bienes que el conjunto de la sociedad reclama para satisfacer las necesidades de cada individuo. Pero no olvidemos que estamos en un sistema capitalista, y como ya hemos dicho, el capitalismo está basado en el beneficio privado, por lo que la burguesía no desempeña su función de una manera altruista, “porque sí”, sino que la desempeña con vistas a obtener un beneficio propio. Decíamos también que para que los medios de producción funcionen, es necesaria la mano de obra aportada por la clase asalariada. Bien, pues esa mano de obra es comprada por la burguesía, y los productos que esa mano de obra produzca serán vendidos a la sociedad para satisfacer sus necesidades. Pero recordemos que la burguesía busca obtener beneficio, y recordemos también que para obtener beneficio mediante unas relaciones de compra-venta que sustentan el sistema capitalista, hay que comprar barato y vender caro. La burguesía entonces, compraría barata esa mano de obra y vendería caros los productos que esa mano de obra produjese.
¿Y dónde compra la burguesía esa mano de obra barata? En los países pobres. ¿Y dónde vende la burguesía a altos precios los productos obtenidos? En los países ricos. Vemos así, que el capitalismo necesita de la existencia de países ricos y países pobres. Es decir, el capitalismo necesita la desigualdad entre países para mantenerse como sistema, porque en el momento en que los países pobres alcanzasen el nivel de desarrollo de los ricos, la mano de obra de esos países dejaría de ser barata, y no se obtendría beneficio, por lo que la base fundamental del capitalismo no existiría, y éste se vendría abajo. El capitalismo nunca va a querer la igualdad, porque no le conviene. Se podría decir que la desigualdad es otro de los pilares sobre los que el capitalismo está basado.
Por otra parte, el que los medios de producción estén en manos privadas implica, no sólo la búsqueda del beneficio, sino también el hacer todo lo posible por no perder dinero. No tendría sentido, por ejemplo, comprar un objeto por 20 € y venderlo por 10 €, pues estaríamos perdiendo 10 €, y eso es algo que nadie quiere. Del mismo modo, cuando un empresario compra mano de obra barata y vende los productos que ésta produce, el precio de la mano de obra que compra tiene que ser más bajo que el precio de los productos finales que venderá. Cuanto mayor sea la diferencia entre el precio de la mano de obra y el precio de los productos finales vendidos, mayor será el beneficio obtenido por el empresario. Esto lleva al empresario a tratar de reducir por todos los medios posibles el coste de la mano de obra, lo que tiene unas consecuencias desastrosas en la sociedad, como veremos más adelante. A un empresario, por ejemplo, le interesa producir mucho, ya que cuanto más produzca, más productos podrá vender, y cuantos más productos venda, mayor será el beneficio obtenido. Entonces, lo que parece más lógico es contratar mucha mano de obra, muchos trabajadores, para que produzcan en grandes cantidades y obtener así más beneficios. Pero claro, no podemos olvidar que esa mano de obra cuesta dinero, y nadie nos asegura que vayamos a vender todos los productos que hemos obtenido en el proceso de producción. Puede ocurrir que el empresario, efectivamente, contrate mucha mano de obra, dando empleo a miles de ciudadanos, produciéndose una gran cantidad de bienes. Pero ¿y si luego no vendemos esos bienes producidos? Habríamos gastado mucho dinero en contratar (comprar) esa mano de obra pero no lo habríamos recuperado, por lo que no habríamos obtenido beneficio, más bien al contrario: habríamos perdido dinero. El empresario, lógicamente, no quiere perder dinero, por lo que es muy cauto a la hora de contratar gente, y contrata sólo hasta cierto número de trabajadores, los que se puede permitir. Esto implica una selección: se elige a unos mientras que otros se quedan en la estacada, formando lo que se conoce como tasa natural de desempleo o, más coloquialmente, parados.
Vemos entonces que el hecho de que los medios de producción estén en manos privadas hace que haya un sector de la población que trabaja y otro sector que no. Además, el que sólo una parte de la población trabaje quiere decir que todo el trabajo recae sobre un determinado número de personas. Estas personas, entonces, tienen que hacer todo el trabajo repartiéndoselo, el trabajo se reparte entre los trabajadores, y cada trabajador toca a un número de horas de trabajo determinadas. Estas horas de trabajo constituyen lo que llamamos “jornada laboral”. Si el número de trabajadores fuese mayor, el trabajo se repartiría entre más gente y, consecuentemente, la jornada laboral se vería reducida, con lo que los trabajadores tendrían más tiempo libre para sí mismos, pudiendo realizar aquellas actividades que de veras les interesan y realizándose mejor como personas. Por ejemplo, supongamos una obra que precisa de cuarenta horas al día para avanzar. En ella, el empresario tendría contratados a cinco obreros que echarían ocho horas diarias cada uno (cuarenta en total). Pero, ¿por qué no contratar a diez obreros en lugar de cinco? Las cuarenta horas diarias que precisa la obra se repartirían entre esos diez obreros, por lo que la jornada laboral de cada uno de ellos se vería reducida a la mitad (40/10 = 4 horas de trabajo cada uno). Esto parece fantástico, ¿por qué no se hace entonces?, ¿por qué no se cogen cinco parados y se les mete en esa obra? Por una sencilla razón: al empresario no le sale rentable, le cuesta mucho dinero. Decíamos antes que el empresario tratará por todos los medios posibles de reducir los costes de la mano de obra, y como es más barato pagar cinco salarios en lugar de diez, pues preferirá quedarse sólo con cinco trabajadores. Otra cosa que también podría hacer es, efectivamente, contratar a los diez trabajadores pero pagando la misma cantidad de dinero que pagaría si sólo tuviese cinco, con lo que lo que se vería reducido a la mitad no es el trabajo, sino el sueldo de los trabajadores. Pero esto, obviamente, no se puede hacer si lo que se pretende es preservar la dignidad de los trabajadores. Además, tal y como señala Alexander Berkman en su libro El ABC del comunismo libertario, el hecho de emplear más trabajadores en una fábrica implica una mayor inversión de capital por parte del empresario, ya que necesitará una fábrica más grande, así como más maquinaria, lo que reduciría drásticamente sus beneficios, por lo que un empresario nunca va a querer contratar más gente, y le convendrá más tener pocos trabajadores que estén continuamente trabajando de forma eficiente. Podemos apreciar entonces, que el que los medios de producción estén en manos privadas impide que los trabajadores tengan más tiempo libre para sí mismos con lo que poder realizarse como personas humanas, y a la vez genera un sector de la población en paro, sin trabajo. Y todo ello a partir de la selección. Se selecciona a las personas atendiendo a lo rentables que sean, con lo que la humanidad de cada persona desaparece totalmente, pasando a ser ésta poco más que mercancía. Así, vemos que el capitalismo no sólo necesita de la desigualdad para mantenerse en pie, sino que también la crea al decir “tú eres productivo; tú no lo eres”. Es decir, se produce un claro fenómeno de retroalimentación, en el que el capitalismo genera la desigualdad sobre la que estará basado para generar más desigualdad sobre la que basarse, y así sucesivamente.
En el capitalismo los medios de producción (esto es la maquinaria que hace posible la obtención de bienes que demanda la sociedad para satisfacer sus necesidades) están en manos privadas, pertenecen a unos pocos: a la clase privilegiada, a la burguesía. La burguesía es quien tiene esos medios que producen los bienes que demanda la sociedad. No obstante, esos medios no producen bienes por sí solos, necesitan “algo” que los haga funcionar. Ese “algo” es la mano de obra, y es aportada por lo que llamaremos clase asalariada, que la constituyen las personas que no tienen los medios de producción, y venden su fuerza de trabajo para hacerlos funcionar.
A simple vista, podría decirse que la actividad de la burguesía es una actividad altruista, pues, teniendo los medios de producción, produce los bienes que el conjunto de la sociedad reclama para satisfacer las necesidades de cada individuo. Pero no olvidemos que estamos en un sistema capitalista, y como ya hemos dicho, el capitalismo está basado en el beneficio privado, por lo que la burguesía no desempeña su función de una manera altruista, “porque sí”, sino que la desempeña con vistas a obtener un beneficio propio. Decíamos también que para que los medios de producción funcionen, es necesaria la mano de obra aportada por la clase asalariada. Bien, pues esa mano de obra es comprada por la burguesía, y los productos que esa mano de obra produzca serán vendidos a la sociedad para satisfacer sus necesidades. Pero recordemos que la burguesía busca obtener beneficio, y recordemos también que para obtener beneficio mediante unas relaciones de compra-venta que sustentan el sistema capitalista, hay que comprar barato y vender caro. La burguesía entonces, compraría barata esa mano de obra y vendería caros los productos que esa mano de obra produjese.
¿Y dónde compra la burguesía esa mano de obra barata? En los países pobres. ¿Y dónde vende la burguesía a altos precios los productos obtenidos? En los países ricos. Vemos así, que el capitalismo necesita de la existencia de países ricos y países pobres. Es decir, el capitalismo necesita la desigualdad entre países para mantenerse como sistema, porque en el momento en que los países pobres alcanzasen el nivel de desarrollo de los ricos, la mano de obra de esos países dejaría de ser barata, y no se obtendría beneficio, por lo que la base fundamental del capitalismo no existiría, y éste se vendría abajo. El capitalismo nunca va a querer la igualdad, porque no le conviene. Se podría decir que la desigualdad es otro de los pilares sobre los que el capitalismo está basado.
Por otra parte, el que los medios de producción estén en manos privadas implica, no sólo la búsqueda del beneficio, sino también el hacer todo lo posible por no perder dinero. No tendría sentido, por ejemplo, comprar un objeto por 20 € y venderlo por 10 €, pues estaríamos perdiendo 10 €, y eso es algo que nadie quiere. Del mismo modo, cuando un empresario compra mano de obra barata y vende los productos que ésta produce, el precio de la mano de obra que compra tiene que ser más bajo que el precio de los productos finales que venderá. Cuanto mayor sea la diferencia entre el precio de la mano de obra y el precio de los productos finales vendidos, mayor será el beneficio obtenido por el empresario. Esto lleva al empresario a tratar de reducir por todos los medios posibles el coste de la mano de obra, lo que tiene unas consecuencias desastrosas en la sociedad, como veremos más adelante. A un empresario, por ejemplo, le interesa producir mucho, ya que cuanto más produzca, más productos podrá vender, y cuantos más productos venda, mayor será el beneficio obtenido. Entonces, lo que parece más lógico es contratar mucha mano de obra, muchos trabajadores, para que produzcan en grandes cantidades y obtener así más beneficios. Pero claro, no podemos olvidar que esa mano de obra cuesta dinero, y nadie nos asegura que vayamos a vender todos los productos que hemos obtenido en el proceso de producción. Puede ocurrir que el empresario, efectivamente, contrate mucha mano de obra, dando empleo a miles de ciudadanos, produciéndose una gran cantidad de bienes. Pero ¿y si luego no vendemos esos bienes producidos? Habríamos gastado mucho dinero en contratar (comprar) esa mano de obra pero no lo habríamos recuperado, por lo que no habríamos obtenido beneficio, más bien al contrario: habríamos perdido dinero. El empresario, lógicamente, no quiere perder dinero, por lo que es muy cauto a la hora de contratar gente, y contrata sólo hasta cierto número de trabajadores, los que se puede permitir. Esto implica una selección: se elige a unos mientras que otros se quedan en la estacada, formando lo que se conoce como tasa natural de desempleo o, más coloquialmente, parados.
Vemos entonces que el hecho de que los medios de producción estén en manos privadas hace que haya un sector de la población que trabaja y otro sector que no. Además, el que sólo una parte de la población trabaje quiere decir que todo el trabajo recae sobre un determinado número de personas. Estas personas, entonces, tienen que hacer todo el trabajo repartiéndoselo, el trabajo se reparte entre los trabajadores, y cada trabajador toca a un número de horas de trabajo determinadas. Estas horas de trabajo constituyen lo que llamamos “jornada laboral”. Si el número de trabajadores fuese mayor, el trabajo se repartiría entre más gente y, consecuentemente, la jornada laboral se vería reducida, con lo que los trabajadores tendrían más tiempo libre para sí mismos, pudiendo realizar aquellas actividades que de veras les interesan y realizándose mejor como personas. Por ejemplo, supongamos una obra que precisa de cuarenta horas al día para avanzar. En ella, el empresario tendría contratados a cinco obreros que echarían ocho horas diarias cada uno (cuarenta en total). Pero, ¿por qué no contratar a diez obreros en lugar de cinco? Las cuarenta horas diarias que precisa la obra se repartirían entre esos diez obreros, por lo que la jornada laboral de cada uno de ellos se vería reducida a la mitad (40/10 = 4 horas de trabajo cada uno). Esto parece fantástico, ¿por qué no se hace entonces?, ¿por qué no se cogen cinco parados y se les mete en esa obra? Por una sencilla razón: al empresario no le sale rentable, le cuesta mucho dinero. Decíamos antes que el empresario tratará por todos los medios posibles de reducir los costes de la mano de obra, y como es más barato pagar cinco salarios en lugar de diez, pues preferirá quedarse sólo con cinco trabajadores. Otra cosa que también podría hacer es, efectivamente, contratar a los diez trabajadores pero pagando la misma cantidad de dinero que pagaría si sólo tuviese cinco, con lo que lo que se vería reducido a la mitad no es el trabajo, sino el sueldo de los trabajadores. Pero esto, obviamente, no se puede hacer si lo que se pretende es preservar la dignidad de los trabajadores. Además, tal y como señala Alexander Berkman en su libro El ABC del comunismo libertario, el hecho de emplear más trabajadores en una fábrica implica una mayor inversión de capital por parte del empresario, ya que necesitará una fábrica más grande, así como más maquinaria, lo que reduciría drásticamente sus beneficios, por lo que un empresario nunca va a querer contratar más gente, y le convendrá más tener pocos trabajadores que estén continuamente trabajando de forma eficiente. Podemos apreciar entonces, que el que los medios de producción estén en manos privadas impide que los trabajadores tengan más tiempo libre para sí mismos con lo que poder realizarse como personas humanas, y a la vez genera un sector de la población en paro, sin trabajo. Y todo ello a partir de la selección. Se selecciona a las personas atendiendo a lo rentables que sean, con lo que la humanidad de cada persona desaparece totalmente, pasando a ser ésta poco más que mercancía. Así, vemos que el capitalismo no sólo necesita de la desigualdad para mantenerse en pie, sino que también la crea al decir “tú eres productivo; tú no lo eres”. Es decir, se produce un claro fenómeno de retroalimentación, en el que el capitalismo genera la desigualdad sobre la que estará basado para generar más desigualdad sobre la que basarse, y así sucesivamente.
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