sábado, 12 de julio de 2008

BOB BLACK. La abolición del trabajo.

Los liberales dicen que deberíamos acabar con la discriminación en los empleos. Yo digo que deberíamos acabar con los empleos. Los conservadores apoyan leyes del derecho-a-trabajar. Siguiendo al yerno descarriado de Karl Marx, Paul Lafargue, yo apoyo el derecho a ser flojo. Los izquierdistas favorecen el empleo total. Como los surrealistas -- excepto que yo no bromeo -- favorezco el desempleo total. Los Trotskistas agitan por una revolución permanente. Yo agito por un festejo permanente. Pero si todos las ideólogos defienden el trabajo (y lo hacen) -- y no sólo porque planean hacer que otras personas hagan el suyo -- son extrañamente renuentes a admitirlo. Hablan interminablemente acerca de salarios, horas, condiciones de trabajo, explotación, productividad, rentabilidad. Hablarán alegremente sobre todo menos del trabajo en sí mismo. Estos expertos que se ofrecen a pensar por nosotros raramente comparten sus ideas sobre el trabajo, pese a su importancia en nuestras vidas. Discuten entre ellos sobre los detalles. Los sindicatos y los patronos concuerdan en que deberíamos vender el tiempo de nuestras vidas a cambio de la supervivencia, aunque regatean por el precio. Los Marxistas piensan que deberíamos ser mandados por burócratas. Los anarco-capitalistas piensan que deberíamos ser mandados por empresarios. A las feministas no les importa cuál sea la forma de mandar, mientras sean mujeres las que manden. Es claro que estos ideo-locos tienen serias diferencias acerca de cómo dividir el botín del poder. También es claro que ninguno de ellos tiene objeción alguna al poder en sí mismo, y todos ellos desean mantenernos trabajando.
Debes estar preguntándote si bromeo o hablo en serio. Pues bromeo y hablo en serio. Ser lúdico no es ser ridículo. El juego no tiene que ser frívolo, aunque la frivolidad no es trivialidad: con frecuencia debemos tomar en serio la frivolidad. Deseo que la vida sea un juego -- pero un juego con apuestas altas. Quiero jugar para ganar.
La alternativa a trabajar no es el ocio sólamente. Ser lúdico no es ser estático. Aunque valoro el placer de la pereza, nunca es mas satisfactoria que cuando sirve de intermedio entre otros placeres y pasatiempos. Tampoco promuevo esa válvula de seguridad disciplinada y gerenciada llamada "tiempo libre"; nada de eso. El tiempo libre es no trabajar por el bien del trabajo. El tiempo libre es tiempo gastado en recobrarse del trabajo, y en el frenético pero inútil intento de olvidarse del trabajo. Mucha gente regresa de sus vacaciones tan agotada que desean volver al trabajo para descansar. La diferencia principal entre el tiempo libre y el trabajo es que al menos te pagan por tu alienación y agotamiento.No estoy jugando a las definiciones. Cuando digo que quiero abolir el trabajo, me refiero justo a lo que digo, pero quiero decir a lo que me refiero definiendo mis términos de formas no idiosincráticas. Mi definición mínima del trabajo es labor forzada, es decir, producción impuesta. Ámbos elementos son esenciales. El trabajo es producción impuesta por medios económicos o políticos, por la zanahoria o el látigo (la zanahoria es sólo el látigo por otros medios). Pero no toda creación es trabajo. El trabajo nunca es hecho por amor al trabajo mismo, sino para obtener un producto o resultado que el trabajador (o, con mas frecuencia, alguien más) recibe del mismo. Esto es lo que el trabajo debe ser. Definirlo es despreciarlo. Pero el trabajo es usualmente peor de lo que indica su definición. La dinámica de dominación contenida por el trabajo tiende a desarrollarse con el tiempo. En las sociedades avanzadas e infestadas de trabajo, incluyendo todas las sociedades industriales, capitalistas o "comunistas", el trabajo siempre adquiere otros atributos que lo hacen aún más nocivo.
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Encuentras el mismo tipo de jerarquía y disciplina en una oficina o fábrica que en una cárcel o monasterio. De hecho, como Foucault y otros han mostrado, las cárceles y las fábricas surgieron casi al mismo tiempo, y sus operadores copiaron conscientemente las técnicas de control de unas y de otras. Un trabajador es un esclavo de medio tiempo. El jefe dice cuándo llegar, cuándo irse, y qué hacer entre los dos. Te dice cuánto trabajo hacer y qué tan rápido. Puede llevar su control hasta extremos humillantes, regulando, si le da la gana, las ropas que llevas o qué tan a menudo puedes ir al baño. Con unas pocas excepciones, puede despedirte por cualquier razón, o sin razón. Eres espiado por informantes y supervisores, amasa un expediente de cada empleado. Contestarle es llamado "insubordinación", como si el trabajador fuese un niño malo, y no sólo hace que te despidan, te descalifica para compensación de desempleo. Sin aprobarlo necesariamente para ellos tampoco, hay que señalar que los niños en la casa y en la escuela reciben un tratamiento similar, en este caso justificado por su supuesta inmadurez. ¿Qué nos dice ésto acerca de sus padres y maestros que trabajan?El humillante sistema de dominación que he descrito rige sobre la mitad de las horas de vigilia de una mayoria de mujeres y la vasta mayoría de los hombres por décadas, por la mayor parte de sus vidas. Para ciertos propósitos, no es del todo erróneo llamar a nuestro sistema democracia o capitalismo o -- mejor aún -- industrialismo, pero sus verdaderos nombres són fascismo de fábrica y oligarquía de oficina. Quien diga que esta gente es "libre" es un mentiroso o un estúpido. Eres lo que haces. Si haces trabajo aburrido, estúpido y monótono, lo más probable es que tú mismo acabarás siendo aburrido, estúpido y monótono. El trabajo explica la creciente cretinización a nuestro alrededor mucho mejor que otros mecanismos idiotizantes como la televisión y la educación. Quienes viven marcando el paso todas sus vidas, llevados de la escuela al trabajo y enmarcados por la familia al comienzo y el asilo al final, están habituados a la jerarquía y esclavizados psicológicamente. Su aptitud para la autonomía se encuentra tan atrofiada, que su miedo a la libertad es una de sus pocas fobias con base racional. El entrenamiento de obediencia en el trabajo se traslada hacia las familias que inician, reproduciendo así el sistema en más de una forma, y hacia la política, la cultura y todo lo demás. Una vez que absorbes la vitalidad de la gente en el trabajo, es probable que se sometan a la jerarquía y la experticia en todo. Están acostumbrados a ello.
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El trabajo es nocivo para tu salud. De hecho, el trabajo es asesinato en masa o genocidio. Directa o indirectamente, el trabajo matará a la mayoría de los que lean estas palabras. Entre 14.000 y 25.000 trabajadores mueren en este país anualmente en el lugar de trabajo. Mas de dos millones quedan deshabilitados. De veinte a veinticinco millones son heridos cada año. Y estas cifras se basan en una estimación muy conservadora acerca de qué constituye una herida relacionada con el trabajo. Por ejemplo, no cuentan el medio millón de casos de enfermedad ocupacional cada año. Hojeé un libro de texto médico sobre enfermedades ocupacionales y tenía 1.200 páginas. Incluso esto apenas es la punta del iceberg. Las estadísticas disponibles cuentan los casos obvios, como los 100.000 mineros que tienen el mal del pulmón negro, de quienes mueren 4.000 cada año, una tasa de mortalidad mucho mayor que la del SIDA, por ejemplo, que recibe tanta atención de los medios. Esto refleja la creencia sobreentendida de que el SIDA aflige a pervertidos que podrían controlar su depravación mientras que la extracción de carbón es una actividad sacrosanta e incuestionable. Lo que las estadísticas no muestran es que decenas de millones de personas ven reducidas sus expectativas de vida a causa del trabajo -- que es lo que significa la palabra homicidio, después de todo. Considera a los doctores que trabajan hasta morir a los cincuenta y tantos. Considera a todos los otros adictos al trabajo.
Aún si no quedas muerto o inválido mientras trabajas, también puedes morir mientras vas al trabajo, regresas del trabajo, buscas trabajo, o tratas de olvidarte del trabajo. La gran mayoría de las víctimas del automóvil estaban realizando algunas de estas actividades obligadas por el trabajo, o cayeron víctimas de alguien que las hacía. A este conteo de cadáveres se debe añadir las víctimas de la contaminación auto-industrial y la adicción al alcohol y drogas inducida por el trabajo. Tanto el cáncer como las enfermedades cardíacas són aflicciones modernas cuyo orígen se puede rastrear, directa o indirectamente, hacia el trabajo.
El trabajo, entonces, institucionaliza el homicidio como forma de vida. La gente piensa que los Camboyanos estaban locos al exterminarse a sí mismos, pero ¿somos nosotros diferentes? El régimen de Pol Pot al menos tenía una visión, aunque borrosa, de una sociedad igualitaria. Nosotros matamos gente en el rango de las seis cifras (por lo menos) para vender Big Macs y Cadillacs a los que sobrevivan. Nuestras cuarenta o cincuenta mil muertes anuales en la autopista són víctimas, no mártires. Murieron por nada -- o más bien, murieron por trabajar. Pero el trabajo no es algo por lo que valga la pena morir.
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El control estatal de la economía no es solución. El trabajo es más peligroso en los países con socialismo de estado de lo que lo es aquí. Miles de obreros rusos murieron o resultaron heridos construyendo el metro de Moscú. Existen montones de historias sobre desastres nucleares soviéticos encubiertos que hacen que Times Beach o Three Mile Island parezcan simulacros de ataque aéreo de escuela primaria. Por otro lado, la desregulación, de moda actualmente, no ayudará y probablemente hará más daño. Desde el punto de vista de la salud y la seguridad, el trabajo estaba en su peor momento en aquellos días cuando la economía se acercaba más al libre mercado.
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Ahora es posible abolir el trabajo y reemplazarlo, hasta donde sirve a propósitos útiles, con una multitud de nuevos tipos de actividades libres. Abolir el trabajo requiere ir hacia él desde dos direcciones, cuantitativa y cualitativa. Por el lado cuantitativo, hemos de recortar masivamente la cantidad de trabajo que se hace. En la actualidad, la mayor parte del trabajo es inútil o peor, y deberíamos deshacernos de él. Por el lado cualitativo -- y pienso que esta es la base del asunto, y el punto de partida nuevo y revolucionario -- hemos de tomar el trabajo útil que queda y transformarlo en una agradable variedad de pasatiempos parecidos al juego y la artesanía, que no se puedan distinguir de otros pasatiempos placenteros, excepto que sucede que generan productos útiles. Sin duda eso no los hará menos estimulantes. Entonces, todas las barreras artificiales del poder y la propiedad se vendrían abajo. La creación se convertiría en recreación. Y podríamos dejar de vivir temerosos los unos de los otros.
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Finalmente, debemos deshacernos de la mayor de las ocupaciones, la que tiene el horario más largo, el salario más bajo, y algunas de las tareas más tediosas. Me refiero a las amas de casa y el cuidado de niños. Al abolir el trabajo asalariado y alcanzar el desempleo total, atacamos la división sexual del trabajo. El núcleo familiar como lo conocemos es una adaptación inevitable a la división del trabajo impuesta por el moderno trabajo asalariado. Te guste o no, tal como han sido las cosas durante los últimos cien o doscientos años, es económicamente racional que el hombre traiga el pan a la casa y que la mujer haga el trabajo sucio y le provea de un refugio de paz en un mundo despiadado, y que los niños sean enviados a campos de concentración juveniles llamados "escuelas", principalmente para que no sean una carga tan grande para mamá pero aún sean mantenidos bajo control, pero también para que adquieran los hábitos de obediencia y puntualidad que tanto necesitan los trabajadores. Si deseas deshacerte de la patriarquía, deshazte del núcleo familiar cuyo no pagado "trabajo invisible", como dice Ivan Illich, hace posible el sistema del trabajo que a su vez hace necesario el núcleo familiar. A la lucha anti-armas nucleares está ligada la abolición de la infancia y el cierre de las escuelas. Hay más estudiantes de tiempo completo que trabajadores de tiempo completo en este país. Necesitamos a los niños como maestros, no estudiantes. Tienen mucho que contribuir a la revolución lúdica, porque ellos són mejores en el juego que las personas maduras. Los adultos y los niños no són idénticos, pero se harán iguales a través de la interdependencia. Sólo el juego puede cerrar la brecha generacional.
Obra completa aquí.
PD: Añado dos blogs más a la sección OTROS BLOGS. Uno es Saber y Poder, un blog de Venezuela, socialista, que cuenta lo que sucede al otro lado del charco. El otro es Insulto a la inteligencia, que es el blog de un colega, que se lo ha hecho hace poco.

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